13.7.11

Corteo

Si algo se puede hacer mejor, hagámoslo mejor. Y lo hicieron mejor. Corteo, el último espectáculo que Cirque du Soleil ha presentado en España te deja, como todos los anteriores, con la boca abierta, aunque esta vez la mandíbula está cerca de desencajarse. Mauro es un clown de circo clásico que muere y, en su camino hacia el cielo recuerda su pasado e imagina cómo será su cortejo fúnebre, de ahí el nombre del espectáculo, porque Corteo significa cortejo en italiano.
En un punto indefinido entre el cielo y la tierra, en un escenario con olor mediterráneo en el que lo gigante contrasta con lo diminuto, y la ilusión se burla de la realidad, se presenta, con forma de carnavalesco cortejo fúnebre, aunque se trata en realidad de una celebración atemporal de la vida; la pasión, la fuerza, la debilidad, la sabiduría y la delicadeza de Mauro, con lo que consigue que los espectadores se identifiquen con las pequeñas dosis de humanidad con las que Corteo dota a sus artistas. Y ese es, sin lugar a dudas, otra de las notables diferencias de éste espectáculo con respecto a otros anteriores, puesto que Corteo no sólo es una vuelta a los inicios del Cirque es, además, una simplificación de los artistas, que suben al escenario con menos maquillaje y ropa más simple que en otras obras, lo que los aleja de ser simples actores y los acerca al público por muchas cabriolas imposibles que logren hacer.
La presentación del espectáculo traslada al espectador más que un circo, a una fiesta pagana por las calles de la Italia de los años 50. Pero se hace imposible pensar que la magnitud, la dificultad y el riesgo de los diferentes números se desarrollen en un lugar que no sea bajo el Grand Chapiteau, que es como llaman a la carpa. El erotismo involuntario de las bailarinas de los candelabros que cuelgan del techo y se balancean sobre el escenario y sobre el respetable, cuya velocidad estrepitosa está asegurada únicamente por su musculación llamó especialmente mi atención. La diminuta Valentina, que se gana el corazón de todos los que llenamos la carpa con su irreverente actitud hacia los más grandes… Los acróbatas del Paraíso, que consiguen tensarte mientras ellos se van lanzando los unos a los otros por los aires; los chicos del trampolín, con su increíble precisión; y el tournik final, con una compenetración inverosímil. Y, cuando se acaba el Corteo, sólo tienes ganas de aplaudir por el espectáculo, la magia, el esfuerzo y la dedicación, de esas personas que un día abandonaron la normalidad de sus vidas y decidieron aprovechar sus cualidades para entretener al mundo.

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