30.6.14

Dominátrix Oltra

En valencià/català açí
Mónica Oltra. Fotografía publicada en Jot Down.
La conocí, como otras tantas personas, gracias a YouTube. Eran aquellos primeros años en los que la crisis empezaba a dejarse oír, y el burbujeo de la corrupción valenciana se tapaba con los motores de la Fórmula 1. ¿Recuerdan aquellos años en los que estábamos en el puto mapa y éramos los reyes del mundo? Pues de ahí, y de otros tropecientos mega eventos/proyectos, estos lodos. Eran también los primeros años en los que me empezó a interesar la política y, no recuerdo cómo, me di de bruces con uno de sus vídeos. Una de esas grabaciones extraídas de algún pleno en Les Corts en los que el respeto por la oposición se sustituía por carcajadas y golpetazos a los escaños con la palma abierta de manos de hombres y mujeres muy bien trajeados, ya me entienden. Allí estaba ella, indignada, cabreada, renegando, proponiendo cambios, siendo la risa de todos los culos que  anidan ad infinitum en la bancada popular. Bastaron tres o cuatro vídeos más para sentir un profundo interés por ella. Mónica Oltra Jarque, nacida en Alemania fruto del exilio de sus progenitores, ha ido ganando reconocimiento al mismo tiempo que quienes se jactaban de sus intervenciones han visto su futuro al frente del gobierno valenciano tambalearse seriamente.
  La crisis, junto al estallido de la corrupción y el nacimiento de movimientos de protesta ciudadana como el 15-M, no han llevado a presenciar los intentos, patéticos y desesperados, del Partido Popular valenciano por achicar agua de un barco que se hunde sin remedio. Los frentes abiertos son tantos, que no hay manos suficientes ni en el gobierno valenciano ni entre sus fieles para detener el inminente descalabro. Los últimos movimientos populares me llevan a imaginarlos como la orquesta del Titánic, que no paró de tocar mientras el barco hacía aguas, literalmente. Con una diferencia, la música del PP valenciano suena desesperada, desafinada e inoportuna. Será que de música saben poco, porque ellos están aquí para forrarse, como decía uno de los suyos, y no por la melodía. Digamos que el maestro de ceremonias tampoco tiene mucha gracia para dirigir al rebaño de cráneos privilegiados. Blasco y las ayudas para cooperación; Castedo y sus conversaciones con Ortiz; la torpeza dialéctica de Rus; la verborrea descontrolada de Barberá; o, Cotino, su hermano fantasma, y las ofertas de trabajo a cambio del silencio de víctimas del accidente de metro, son sólo algunos ejemplos de casos que ayudan poco a la imagen de un partido que lleva años dando palos de ciego allí por donde va. De Alberto Fabra hay poco que decir, más allá de recordarle es un cero a la izquierda dentro del barco que capitanea.
  En este ambiente tan favorable para el PPCV, aparece la figura de Mónica Oltra, como cabeza más reconocible de la Coalició Compromís, quien hizo aparecer otras tantas rocas en el camino hacia la gloria del PP. La innumerable ristra de iniciativas parlamentarias, propuestas, batallas dialécticas y judiciales iniciadas por Oltra o su partido a las que el PP debe dar respuesta ponen en alerta al partido un pleno sí, y al otro también. Se ha convertido, y no necesariamente por ganas, en el azote de la corrupción, la ausencia de transparencia, y los hábitos absolutistas de los que hacen gala entre la bancada popular. El látigo de Oltra fustiga sin cesar esa mayoría absoluta —nunca mejor dicho— que ha cambiado las risitas y burlas hacia ella, por un semblante serio y una búsqueda incesante de fórmulas para desacreditarla. Las formas, como no podía ser de otra forma, son burdas e irrespetuosas. «Tendría vergüenza, si fuera padre, de tener una hija como esta, pero como posiblemente no lo conoce...», le dijo Juan Cotino, en 2010, haciendo referencia al hecho de que Oltra no pudiera llevar los apellidos de su padre hasta la aprobación del divorcio en 1981, aunque su padre la reconoció como hija en todo momento. La animadversión de Cotino, un señor que cuando no tiene un cura cerca que le tape la boca sólo sabe ser un auténtico cretino, ha ido aumentando hasta estallar hace unas semanas la expulsó del pleno sin motivo aparente. Tras la negativa de Oltra a abandonar el hemiciclo, en el PP cargaron armas para cargarse, valga la redundancia, a la diputada de Compromís. El pasado día 11, con el voto de 52 de los escaños populares se aprobó, en un pleno a puerta cerrada, una sanción en forma de expulsión durante un mes a Oltra. Otro varazo de ciego. Otro gol en propia. Cosa de, como les decía, los cráneos privilegiados del Partido Popular.
  Quienes quieren deshacerse de ella la han acusado de populista, de querer hacerse con el poder de la coalición en la que milita, dicen que tiene una guerra abierta con algunas personas de su partido, siendo destacable la que —supuestamente— tiene con el portavoz del partido, Enric Morera. La han acusado de indecorosa por no ir suficientemente elegante vestida a los plenos, como si fuera aquello la semana de la moda. Sus camisetas sobre Camps, la corrupción o la manipulación en la televisión autonómica la llevaron a la fama. Ella ha sabido criarla sin echarse a dormir a costa de un trabajo incansable. Es un buen momento para demostrarle nuestro apoyo, de alentarla para que pueda seguir haciendo uso de su látigo. Dominátrix Oltra debe volver Les Corts y que, como rezaba el título de la película, no haya paz para los malvados.

Firma el manifiesto en apoyo de Mónica Oltra en: http://manifiestomonicaoltra.info/

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