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Mónica Oltra. Fotografía publicada en Jot Down. |
La
conocí, como otras tantas personas, gracias a YouTube. Eran aquellos primeros
años en los que la crisis empezaba a dejarse oír, y el burbujeo de la
corrupción valenciana se tapaba con los motores de la Fórmula 1. ¿Recuerdan
aquellos años en los que estábamos en el puto mapa y éramos los reyes del
mundo? Pues de ahí, y de otros tropecientos mega eventos/proyectos, estos
lodos. Eran también los primeros años en los que me empezó a interesar la
política y, no recuerdo cómo, me di de bruces con uno de sus vídeos. Una de
esas grabaciones extraídas de algún pleno en Les Corts en los que el respeto por la oposición se sustituía por carcajadas
y golpetazos a los escaños con la palma abierta de manos de hombres y mujeres
muy bien trajeados, ya me entienden. Allí estaba ella, indignada, cabreada,
renegando, proponiendo cambios, siendo la risa de todos los culos que anidan ad infinitum en
la bancada popular. Bastaron tres o cuatro vídeos más para sentir un
profundo interés por ella. Mónica Oltra Jarque, nacida en Alemania fruto del
exilio de sus progenitores, ha ido ganando reconocimiento al mismo tiempo que
quienes se jactaban de sus intervenciones han visto su futuro al frente del
gobierno valenciano tambalearse seriamente.
La
crisis, junto al estallido de la corrupción y el nacimiento de movimientos de
protesta ciudadana como el 15-M, no han llevado a presenciar los intentos,
patéticos y desesperados, del Partido Popular valenciano por achicar agua de un
barco que se hunde sin remedio. Los frentes abiertos son tantos, que no hay
manos suficientes ni en el gobierno valenciano ni entre sus fieles para detener
el inminente descalabro. Los últimos movimientos populares me llevan a
imaginarlos como la orquesta del Titánic, que no paró de tocar mientras el
barco hacía aguas, literalmente. Con una diferencia, la música del PP
valenciano suena desesperada, desafinada e inoportuna. Será que de música saben
poco, porque ellos están aquí para
forrarse, como decía uno de los suyos, y no por la melodía. Digamos que el
maestro de ceremonias tampoco tiene mucha gracia para dirigir al rebaño de
cráneos privilegiados. Blasco y las ayudas para cooperación; Castedo y sus
conversaciones con Ortiz; la torpeza dialéctica de Rus; la verborrea
descontrolada de Barberá; o, Cotino, su hermano fantasma, y las ofertas de
trabajo a cambio del silencio de víctimas del accidente de metro, son sólo
algunos ejemplos de casos que ayudan poco a la imagen de un partido que lleva
años dando palos de ciego allí por donde va. De Alberto Fabra hay poco que
decir, más allá de recordarle es un cero a la izquierda dentro del barco que
capitanea.
En
este ambiente tan favorable para el PPCV, aparece la figura de Mónica Oltra,
como cabeza más reconocible de la Coalició
Compromís, quien hizo aparecer otras tantas rocas en el camino hacia la
gloria del PP. La innumerable ristra de iniciativas parlamentarias, propuestas,
batallas dialécticas y judiciales iniciadas por Oltra o su partido a las que el
PP debe dar respuesta ponen en alerta al partido un pleno sí, y al otro
también. Se ha convertido, y no necesariamente por ganas, en el azote de la
corrupción, la ausencia de transparencia, y los hábitos absolutistas de los que
hacen gala entre la bancada popular. El látigo de Oltra fustiga sin cesar esa
mayoría absoluta —nunca mejor dicho— que ha cambiado las risitas y burlas hacia
ella, por un semblante serio y una búsqueda incesante de fórmulas para desacreditarla. Las formas, como no podía ser de otra forma, son burdas e
irrespetuosas. «Tendría vergüenza, si fuera padre, de tener una hija como esta,
pero como posiblemente no lo conoce...», le dijo Juan Cotino, en 2010, haciendo
referencia al hecho de que Oltra no pudiera llevar los apellidos de su padre
hasta la aprobación del divorcio en 1981, aunque su padre la reconoció como
hija en todo momento. La animadversión de Cotino, un señor que cuando no tiene
un cura cerca que le tape la boca sólo sabe ser un auténtico cretino, ha ido
aumentando hasta estallar hace unas semanas la expulsó del pleno sin motivo aparente.
Tras la negativa de Oltra a abandonar el hemiciclo, en el PP cargaron armas
para cargarse, valga la redundancia, a la diputada de Compromís. El pasado día 11, con el voto de 52 de los escaños
populares se aprobó, en un pleno a puerta cerrada, una sanción en forma de
expulsión durante un mes a Oltra. Otro varazo de ciego. Otro gol en propia. Cosa
de, como les decía, los cráneos privilegiados del Partido Popular.
Quienes quieren deshacerse de ella la han acusado de populista, de querer hacerse con el poder de la coalición en la que milita,
dicen que tiene una guerra abierta con algunas personas de su partido, siendo
destacable la que —supuestamente— tiene con el portavoz del partido, Enric
Morera. La han acusado de indecorosa por no ir suficientemente elegante
vestida a los plenos, como si fuera aquello la semana de la moda. Sus camisetas sobre Camps, la corrupción o la manipulación en la
televisión autonómica la llevaron a la fama. Ella ha sabido criarla sin echarse a dormir a costa de un trabajo incansable. Es un buen momento
para demostrarle nuestro apoyo, de alentarla para que pueda seguir haciendo uso
de su látigo. Dominátrix Oltra debe volver Les Corts y que, como rezaba el título de la película, no haya paz para los malvados.
Firma el manifiesto en apoyo de Mónica Oltra en: http://manifiestomonicaoltra.info/
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