Miles de pequeñas bombillas
iluminan desde hace unos días las calles del centro de las ciudades. Los
escaparates de las grandes cadenas de moda, más o menos asequibles, llevan
desde octubre con nieve y detalles dorados y, los supermercados nos han
intentado colocar el turrón casi
desde verano. Sean bienvenidos al espectáculo del consumismo y la hipocresía por
antonomasia: la Navidad.
Las Navidades, cuyo valor
religioso ha quedado relegado a un simple nacimiento en la entrada de algunas
casas, se han convertido en una exhibición consumista que parece que no es válida
si no va acompañada de una gran pomposidad. Puro oropel, que nos evade de
realidades muy distintas a las que se escenifican en estos días. Señoras,
señores: acéptenlo, ustedes no son Isabel Preysler. Y eso, tampoco es negativo.
¿Es necesario el derroche opulento de dinero y comida en tiempos como estos, o
en cualquier otro momento? ¿Nos hace más felices tener a nuestro alcance
auténticos banquetes dignos de realezas decimonónicas? Debo de ser un iluso, yo
que pensaba que importaba la gente que nos acompañaba y no si comíamos percebes
o tortilla.
El espíritu navideño, ese que nos incita a ser mejores personas, a
ayudar al prójimo y, a parar guerras por unas horas; no es más que una simple
imposición en nuestras conciencias, las cuales aceptan el trato por unos días, quedando
nosotros, sus dueños, aliviados para el resto del año. Tenemos la conciencia
aletargada, y sólo despierta cómo y cuándo nos incitan.
Y mientras hay quien gasta dinero
en gambas, otras personas recurren a Bancos de Alimentos, casas de caridad, y
ayudas familiares. No será el Gobierno, ni sus medidas anti-sociales las que
rescaten a las personas de la debacle económica que viven. Hay quienes han
perdido su trabajo, su casa y, sus ahorros pagando deudas. Este año, muchas
personas pasarán la Navidad en familia, siguiendo una nueva tradición: la de los recortes. A los que tratan de sobrevivir, les deseo lo mejor para el año que
pronto comenzará. A quienes miran para otro lado, recuerden: las barbas de sus
vecinos ya han sido recortadas…
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