Mis amigas deben de estar haciendo un estudio sociológico. Sí, eso que
dice la Milá que es Gran
Hermano. Llevan varias semanas quedando en un lugar que esta a
millones de años luz de su forma de ser, pero allá que vamos. Y nos sumergimos
en las profundidades de la ignorancia. El "Ketty",
cafetería de barrio en la que en cualquier tarde del año se puede usted
encontrar con supuestos seres humanos cuyos labios -los de arriba, mentes
sucias- están atrapados entre dos o más piercings. Las cejas de ellas están al borde
de la extinción, las de ellos perfiladas hasta el extremo. El tono de pelo
más suave es el rubio destello
cegador, aunque la tónica habitual -apta para las menos extravagantes- es
un rubio eléctrico de alto voltaje. O un negro gótico, en su defecto. Debe de
ser un claro homenaje a sus orígenes, los asientos traseros de un coche
cualquiera en el parking de una discoteca de La
Ruta al que sus padres recurrían para desahogar pasiones. Pura
estética vintage.
No se irán sin observar unos cuantos canes de raza peligrosa. Pero
no se preocupen. Aunque en apariencia sus dueños tienen el electroencefalograma
plano, la única neurona que ha sobrevivido al ataque masivo de la marihuana es
capaz de pegarles un par de golpes ligeros en el hocico para apaciguar los
instintos caníbales. Quizás los golpes estén acompañados de algún tipo de
recurso literario, el típico "hijo de puta", tan recurrido por poetas
de la calle.
En un primer momento pueden pensar que están
frente a verdaderos amantes del continente africano, dado lo recurrido del
estampado de leopardo en sus vestimentas. Pues no, descarten el pensamiento,
estos seres que habitan las sillas del "Ketty" piensan que los
leopardos sólo están en zoológicos, y no saben que significa
"continente".
A pesar de la imagen, tampoco está usted
rodeado por deportistas olímpicos, los chándales son su uniforme más elegante.
Combinado, en ocasiones, con chaquetas de cuadros o abrigos con elegantes
lorzas que pueden recordar al simpático muñeco de una marca de neumáticos.
Todo esto es muy hardcore pero, para hardcore
la melodía que acompaña su vida. Desde DJ Kiko Rivera, hasta la última sesión
de algún festival de música dura, sus tímpanos tendrán que resistir la
experiencia musical de unos bombos acoplados a sus Seat León -otro homenaje a
África- disparando decibelios sin compasión.
Las noches de fiesta, ellos se calzarán unos zapatos XXL, recién
llegados del Bronx neoyorquino. Y ellas, un vestido tan corto que, si estiran
de abajo, dejan el balcón muy despejado, y si lo hacen de arriba, destapan la
flor de su secreto. Aunque, entre ustedes y yo, esa flor suele estar tan visitada como la Gioconda en pleno agosto. Tampoco nos importa.
No lo olviden, no pueden vivir en Valencia y no
conocer el "Ketty", un local de vanguardia, como los cafés del siglo
de oro. Aunque para oro, todo el que llevan colgado. Ríanse ustedes del anillo
del Pescador de Benedicto XVI, chatarra al lado de lo suyo. ¿Qué de dónde sacan
el dinero? De lo que se ahorran en libros. Ni Marx, ni Kafka, ni Beauvoire, a
lo sumo la biografía de Cristiano Ronaldo. Lo suyo es una incultura
alternativa. Viva el leopardo, muera
la inteligencia.
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