7.8.14

Ébola y las películas de domingo

En agosto, las redacciones son un hervidero de noticias absurdas que a nadie importan demasiado. Los informativos tienen más paja que contenido interesante y cualquier tontería es portada. Ya saben: las malas noticias son buenas noticias para los periódicos. Este verano ha estado repleto de malas noticias que han sacado del brete a los medios de comunicación. El avión derribado en Ucrania, el conflicto de Gaza… y, ahora, el Ébola. Sí, han oído bien. Ébola, esa enfermedad de negros de la que habían escuchado hablar poco o nada. Estos días copa portadas y abre informativos.
Existen dos motivos. El primero, como les decía, el tedioso trabajo de rellenar páginas y minutos de información. El segundo, esta enfermedad ya no solo es cosa de negros. Vayamos a los antecedentes. El Ébola se descubre en 1976, en un brote simultáneo en la República Democrática del Congo y Sudán del Sur, entonces conocidas como Zaire y Sudán. El brote se saldó con 318 casos, de los cuales 280 acabaron con la muerte de las personas infectadas. Se trata de una enfermedad con una de las tasas de muerte más elevadas, en torno al 90%, aunque, a pesar de los diversos brotes ocurridos desde 1976, nadie se había preocupado tanto por la enfermedad. Hasta ahora. Éste último brote de la cepa Ébola-Zaire (existen otras cuatro), detectado a finales de julio en Guinea-Conakry y con la mayor expansión y mortalidad registrada hasta el momento, nos interesa porque ha traspasado la línea roja. El hecho de que, por primera vez, el virus haya salido del continente al que nadie mira implica un riesgo sanitario para Occidente (Norteamérica y Europa). O tal vez no.
Las medidas de prevención, la capacidad de reacción, así como la facilidad para transmitir información a la sociedad son infinitamente mayores en Occidente que en los países africanos. Además, las diferencias culturales también ayudan a que en Norteamérica y Europa, los procesos sean más rápidos y sencillos. Por ejemplo, en algunos países africanos, el color de los trajes con los que los equipos médicos se protegen del virus están vinculados culturalmente a la brujería, lo que afecta directamente a la expansión y contagio del virus, puesto que los familiares esconden a los enfermos de los equipos médicos, y entierran los cadáveres sin cumplir los requisitos de seguridad que evitan la infección a través del contacto con los mismos. Mientras en España hemos utilizado un avión medicalizado y perfectamente equipado para cumplir las medidas de bioseguridad de nivel 4, el más alto y en el que se clasifica el virus; en África las personas contagiadas comparten habitación. Tal es el nivel de desprotección en el continente africano que, de las más de 930 víctimas mortales, muchas son personal sanitario. Entre ellos, Umar Khan, el médico que lideraba la lucha contra el Ébola. Por tanto, y teniendo en cuenta que aquí, para trasladar a los dos religiosos (cura y monja) se ha preparado un dispositivo de seguridad y desalojado un hospital para su atención, el riesgo de infecciones es reducido.
En África, las personas continúan muriendo desangradas por las fiebres hemorrágicas derivadas del virus. De la Malaria y el sida no nos hablarán, no son la epidemia del momento, pero se cobran más vidas que el Ébola. La preocupación por nuestra salud no debería ser muy alta, tenemos la suerte de vivir al otro lado del estrecho. Justamente eso, y un mínimo de humanidad, deberían preocuparnos por las vidas y la salud de nuestros vecinos de abajo. No hagamos una película apocalíptica de domingo por un único infectado, que a no demasiados kilómetros de aquí, no hay opción de cerrar un hospital para dos enfermos.

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