Lunes, 20 de Febrero de 2012|
14:00 P.M.
Debe de notar mi mano sudorosa.
Yo noto la suya. Los dos apretamos con fuerza. Ella es mi amiga Marta, nos
hemos saltado las dos últimas horas de clase para llegar hasta el IES Lluís
Vives.
La semana pasada, mientras
protestaban por los recortes de la Generalitat Valenciana en Educación la
policía detuvo a algunos alumnos. Nos parece injusto y, aunque no seamos del
mismo instituto, aunque nosotros estudiemos a varios kilómetros de distancia,
la causa es la misma: los recortes.
Llegamos un poco antes de las
dos, justo la hora de concentración. Hemos quedado aquí con Miguel, Samuel y
Esther, otros amigos que, aunque estén en la universidad se unen también a la
protesta. Ya estamos todos. Y, la verdad, no somos demasiados. Cortamos la
calle Xàtiva, a la altura del instituto y la Estación del Norte. Los
periodistas, alertados por las detenciones de la semana anterior se sitúan al
frente y comienzan a grabar y fotografiar. Serán sólo unos minutos, tampoco se
trata de colapsar el centro. De repente, por detrás de los periodistas, desde
la calle Colón, varias furgonetas de Policía Nacional vienen hacia nosotros.
Supongo que a controlar, como en cualquier manifestación. Las furgonetas paran
detrás de los periodistas y bajan directos a cargar contra nosotros que sólo
hemos gritado contra los recortes y las detenciones. Y nosotros corremos,
corremos hacia San Vicente, donde nos esperan más furgonetas y una línea de
policías. Marta y yo nos separamos. La gente grita, todos corremos sin saber
muy bien hacia dónde ir. He pasado corriendo entre dos policías que estaban
cargando. Marta, Samuel, Esther, Miguel y yo nos encontramos en pocos minutos.
Yo llevo una cresta que no pasa desapercibida, ni para ellos, ni para los
policías.
Estamos en la calle San Vicente,
a mi me tiemblan las manos, y Marta, que estará igual de asustada que yo,
intenta calmarme. Pero no puedo calmarme demasiado. Al dispersarnos, la policía
nos ha encerrado en San Vicente, a la altura de la FNAC. Cada vez hay más
policía, y más gente. Esto es el centro de Valencia y, de repente, todos los
que pasan por aquí son víctimas del cerco policial. Me acerco a la primera
línea, esa zona en la que los manifestantes miran a la cara de los policías.
Allí me encuentro con Mónica Oltra, diputada del grupo Coalició Compromís en
las Cortes Valencianas. Está intentando grabar con el móvil, pero por la
altura, no llega bien.
-¿Te ayudo?
-Si no te importa, graba tú.
Y me da su móvil. Una diputada de
las Cortes. Está claro: ella no es una política más. ¿Qué político se metería
en plena carga a plantar cara a la policía? ¿Alguno le dejaría su móvil para
grabar a un ciudadano al que no conoce de nada? Ella lo ha hecho y, por un
momento, a pesar de estar encerrado, tengo esperanza en la política. En su
política. En los siguientes días, la prensa de derechas se encargaría de
afirmar que ella y su grupo se encargaron de incitar a la violencia. Fue
gracioso de leer, ya que en toda la semana de protestas sólo ardió un contenedor. El
resto de violencia, vino por parte de la policía.
Un señor ciego intenta abrirse
paso entre la gente, hasta que llega a la primera línea. Se topa contra un
policía que, muy indiscretamente, le grita: “¿Usted no ve que no puede pasar?”,
valiente gilipollas el tipo. Bastan un par de segundos para que entienda que
no, que el señor al tener ceguera no puede ver nada, y le pide que se espere.
Al poco rato le ayuda a cruzar en dirección hacia la plaza de España. Y
comienzan las cargas de nuevo.
Corremos por San Vicente, hacia
San Agustín. Y entre santo y santo, la policía carga contra todo el que se
cruza. Una reportera de La Sexta nos pregunta por lo que está pasando, por cómo
lo estamos viviendo, qué pensamos y esas cosas. Pero, en mitad de la imprevista
entrevista, vemos como unos policías zarandean a una señora mayor por los
brazos. Y corremos hacia ellos gritando, mis amigos, la reportera y mucha
gente que pasa por San Agustín. Cada vez somos más. La gente del centro está
alucinando con la que está montando la policía. Porque es obvio para los que
estamos aquí que si alguien está haciendo algo, es la policía.
El Jefe Superior de Policía,
Antonio Moreno Piquer, diría horas después que éramos el enemigo. Ni mis amigos
ni yo resultamos heridos por ningún golpe de la policía, pero otros muchos
compañeros de aquel día sí. Las imágenes de las continuas cargas policiales,
que duraron hasta pasada la media noche, dieron la vuelta al mundo, llegando a
salir en la portada del New York Times. En los días posteriores, más de 20.000
personas caminamos por las calles de Valencia. Contra la brutalidad policial,
la Delegada, el Jefe de Policía, los recortes, el President… Se nos calificó de
violentos, pero no pasó nada más. Sólo sus golpes, nuestra sangre y un
contenedor quemado. Recuerdo la foto de un antiguo compañero de instituto en La
Gaceta, en la foto él le gritaba a un policía después de que golpeasen a un
amigo, aunque el periódico lo acusaba de intentar agredir al policía. Ya lo dijo Pablo Neruda:
Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la Primavera.
Otros datos:
Muchos de los manifestantes detenidos y golpeados eran menores de edad. En un programa de la cadena SER, un supuesto médico afirmó que la policía había retirado los partes médicos de los manifestantes ingresados, la Generalitat lo desmintió. Paula Sánchez de León, Delegada del Gobierno y encargada de autorizar las cargas nunca dimitió. A día de hoy continúa en su puesto. El Jefe Superior de Policía, Antonio Moreno, fue ascendido al máximo rango del Cuerpo Nacional de Policía. Mariano Rajoy, Presidente del Gobierno declaró: “El país no puede dar esta imagen”. La prensa de derechas calificó a los manifestantes de violentos, anti-sistema, y trató de ridiculizar las protestas afirmando que sólo era por la falta de calefacción en las aulas. Las multitudinarias manifestaciones de los siguientes días estuvieron marcadas por la ausencia de policía, y de violencia. Las multas a algunos manifestantes oscilaron entre los 300,51 y los 6.010,12 euros. La policía realizó denuncias contra varios manifestantes por violentos. La jueza del juzgado de instrucción nº16 de Valencia absolvió a los denunciados tras la visualización de unos videos que demostraban que la acusación por parte de la policía era falsa.
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