A María le
da hasta vergüenza hacer lo que está haciendo. Pero, ¿qué remedio?, se pregunta
una y otra vez cuando la idea de mandarlo todo al traste le viene a la cabeza.
¡Qué remedio!, se repite a sí misma después de imaginar las consecuencias de no
hacer lo que está haciendo. A María le duele más el alma que la piel, y eso que
de la existencia de la primera no hay constancia. De las heridas sobre la
segunda sí. Tras las gafas de sol se ocultan miedos y gritos que nadie conocía
hasta ahora. La doctora le toca con los guantes de látex los pómulos, la nariz
y la nuca, para asegurarse de que no hay ningún problema. María no puede
detener una lágrima que resbala por su cara al pensar que la doctora tiene más
cuidado con su cuerpo que su pareja. Su expareja, mejor dicho. María se ha
propuesto hablar de él en pasado, que es a dónde pertenece. La boca le duele bastante, pero está soportando la molestia de los puntos de sutura.
-Son sólo
dos, así que en unos días sólo quedará en una herida de nada.
La doctora es muy amable con ella. Quizás
sienta lástima, piensa María. Cuando se queda sola en el box de urgencias,
María busca una bandeja de metal para verse en el reflejo. Ahí está el
resultado: un hematoma bordeando el ojo derecho, un pequeño rascón en el pómulo
y dos puntos en el labio que, para colmo, está hinchándose cada vez más.
María no saldrá en las estadísticas que el
Gobierno español realiza sobre la violencia de género. Su pareja ha sido
demasiado compasiva con ella y no le ha pegado lo suficiente. Si lo hubiera
hecho, si él le hubiera pegado una paliza que la hubiera dejado inconsciente e
ingresada más de veinticuatro horas en el hospital, María saldría en la dichosa
lista. Si la hubiese matado, también. María es un personaje inventado para escribir este artículo,
sin embargo, hay muchas marías reales en el mundo. Mujeres que se aferran a la
idea de que su pareja algún día cambiará, mujeres que creen en el perdón que va
después de la paliza. Podría ser prisionera de su vida, esclava de una
situación económica en la que huir es un suicidio, pero quedarse también. María
podría ser una mujer real. María podrías ser tú.
La nueva reforma del Gobierno del PP plantea
no incluir a las mujeres maltratadas en las estadísticas sobre violencia de
género si no están ingresadas más de veinticuatro horas. Al parecer, la Marca
España no puede estar manchada de otra sangre que no sea la de un toro tras la
estocada final y, para eso, lo mejor es disimular los datos, maquillarlos como
se maquillan los moratones. Este gobierno misógino demuestra cada día su
capacidad de ejercer como máquina del tiempo, relegando al país a condiciones
de tiempos muy lejanos. No podemos consentir que el Estado sea cómplice de los
maltratadores. A este paso acabarán necesitando autorización del marido para
tener una cuenta en el banco. De momento, ya necesitan tener uno para someterse a
tratamientos de fertilidad públicos. Algún día, más pronto que tarde, las
mujeres se cansarán de recibir tantos palos de este gobierno machista, y les
devolverán el golpe. Nadie podrá recriminarles nada. Ese día, quien tenga un
mínimo de ética estará con ellas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario