Nelson Mandela, 13 de septiembre de 2011 (detalle). Adrian Steirn "La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo" |
Su mirada siempre me
pareció intensa pero también débil, absolutamente opuesta a su personalidad. Quizá porque cuando lo conocí –mediáticamente-,
él ya tenía más de setenta y cinco años. Cuando miro sus fotografías, cientos a
lo largo de sus vibrantes noventa y cinco años, son sus ojos los que captan toda
mi atención. La mirada de Mandela era penetrante, alusiva, inevitable. Aunque,
como les decía, continuamente tenía la sensación de ser una mirada débil que
pedía ayuda. Ayuda para cambiar el mundo. Ayuda a los suyos, a los negros que vivían bajo el yugo de la
infamia que suponía el apartheid; ayuda a los blancos que consideraban que la
segregación y persecución a la que se sometía a la población negra no tenía
justificación. Pero la mirada de Mandela sobrepasó fronteras, sus ojos nos miraron
a muchas personas, y fuimos muchas las que entendimos que la diferenciación, la
segregación y los crímenes de lesa humanidad no tienen justificación alguna.
Los ojos de Mandela pudieron mirar al pasado y visionaron un futuro mejor, nuestro
presente. Mandela sabía que sólo no podría, que el individualismo de su mirada
era débil frente a la inmensidad del odio. Sus ojos conquistaron muchos
corazones, y sus palabras hicieron reflexionar a muchas mentes. Mandela consiguió acabar con la tiranía institucionalizada, construyó un camino hacia un lugar mejor.
La historia nos enseña
que la vida de Nelson Mandela es un ejemplo de dignidad, valentía y lucha. En
la actualidad, los problemas raciales deberían estar superados, los logros de
Mandela y de otras tantas personas que lucharon contra regímenes carentes de
sentido, de humanidad y de racionalidad, deberían haber visto sus frutos. Sin
embargo, a pesar de las inconmensurables victorias, los frentes abiertos continúan
siendo demasiados. Las políticas actuales soliviantan tanto a organizaciones de
Derechos Humanos, como a ciudadanos anónimos que continúan la lucha contra la
desigualdad, no necesariamente la racial. Mandela amplió su mirada más allá de
esa batalla, abarcando también otras como la igualdad entre hombres y mujeres.
La coyuntura político-social
actual no augura grandes expectativas: las políticas retrógradas y misóginas,
la instauración de un racismo institucional que tortura a inmigrantes que
intentan acceder al país, unas cifras de asesinatos de mujeres que hielan la
sangre, una moda que se cose con mano de obra esclavizada, una homofobia que se
intensifica, leyes que buscan reprimir a los manifestantes… Los cambios
conseguidos por Mandela y por personas valientes como él son sólo el principio.
Mandela se nos ha muerto como el rayo, su mirada continúa observándonos en
todas y cada una de sus fotografías, obligándonos a seguir la lucha. Es el
mejor homenaje que podemos rendirle.
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